martes, 22 de marzo de 2011

LLamado a media noche

llamadomedianoche

Te vi en la soledad de la calle, cuando la noche reclama sus horas,
Y lo escondido del hombre sale a las sombras,
Me miraste con desprecio, pero actuaste para acercarte,
Te vi en tu dolor de niña, y me dolió el corazón.

¿Cómo te hemos traído a este sitio?
¿Cómo te empujamos, y embotamos tus sentidos para que no percibieras?
Porque todos te hemos traído aquí.
De alguna forma todos hemos colaborado, y en ti se ha plasmado el pecado.

Pecado de no amar, de pasar de largo, pecado de indiferenciá,
Pecado de mucho trabajo, de conciencias cauterizadas,
Pecado de no hablar la verdad de Cristo, de callar.
Pecado, de verte sufrir y mejor dejar. Pecados que llevan a muerte.

No es el pecado lo que me interesa hacer notar,
Sino la cruz, la que remedia el pecado, no la cruz en sí, sino Cristo que murió,
Cristo es el remedio del pecado.
¿Pero para que un remedio, si quieres seguir pecando?

¿Has pensado en libertad? No… no te apresures en responder,
Porque solo aquel que conoce la Verdad, puede pensar en libertad.
Donde el pecado no toca, y tus límites de hombre quedan atrás,
Donde el amor te inunda, no el tuyo, sino el de Dios.

Libertad, ¿para qué la libertad?
Libertad, donde la muerte no te toca,
Donde lo único que quieres es dar a conocer la verdad.
La libertad es ser amigo de Dios, entonces eres libre.

El tiempo es pronto ya, está por terminar,
Y lo que una vez fue anunciado por todos los profetas, ha pasado, y está por pasar.
Y el día en el que el Señor viene y recoge a los suyos, esta pronto.
Y el día de la venganza del Dios nuestro, está a las puertas.

Como amigos os hablo, el día de trabajar está por terminar,
Pero aún faltan unos, que también deben entrar.
¿Quién ira por ellos? ¿Quién les dirá la Verdad?
¿Quién es aquel que quiere en esta última hora ir a mis campos y trabajar?

El Sueño ha entrado, ha dominado a muchos,
Y en discusiones de teologías y en cuentos, se adormecen, parpadean, soñolientos.
Buscad al Señor mientras puede ser hallado,
¿Y por qué te enredas en tu mente carnal, y deshechas la fe, la misericordia y la verdad?

A mi hijo escuchad, a Cristo, dice el Señor,
En el encontraran la Salvación.
Hablen desde las terrazas, prediquen a voz en cuello,
El que quiera venga y beba del agua de la vida.

Si escuchas hoy su voz, no dejes endurecer tu corazón,
Obra de acuerdo a tu fe, y recibirás galardón.

Amen.

Henry Padilla Londoño

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