sábado, 30 de octubre de 2010

Mis delicias están con ellos

misdelicias
El Señor miraba desde los cielos, buscando un entendido,
Uno que escuchara su voz, uno que amara la verdad, y la justicia,
Uno que brillara en la oscuridad, que aborreciera la maldad,
Sus ojos recorrían toda la tierra, ¿Dónde estarás?

Y me levanto el espíritu, me llevo al desierto,
Viendo entre la arena y el viento que soplaba,
Me llevo a recorrer por un gran desierto,
Aunque hermoso, estaba solo, no había uno solo.

Y me llevo a una ciudad entre ruinas, completamente sola,
Era toda destruida, una gran guerra la había destruido,
No había hombres, ni animales, solo el viento soplaba.
¿A dónde se han ido todos los hombres, los animales?

Y me levanto por el mar embravecido, que se levantaba furioso,
El viento y el mar bailaban, en una violenta danza de poder.
Parecía que la tierra era desolada, anhelo escuchar una voz,
Un susurro, un cantico, una queja de amor, pero todo era silencio.

¿A dónde se han ido los hombres? Y mis lágrimas cayeron,
Y fueron atrapadas por el poderoso viento, que las destrozo,
Burlonamente y sin compasión,
Señor, mi Señor, dije en mi corazón.

¿Han todos dejado el camino? ¿No hay siquiera uno?
Y lloraba a caudales, ríos salían de mis ojos,
Mire con gran tristeza la tierra, y vi una pequeña cueva,
Y allí me tomo el espíritu, rápido y en un instante.

La oscuridad todo lo envolvía, la humedad,
Miraba desesperado, ¿Dónde estás?
Y escuche un susurro, un quejido, algo rompió el silencio,
Y suavemente, flotando, me acerque, era cada vez más fuerte,
Era una voz, una niña, que cantaba un cantico.

Bendito, bendito, sea el Señor, Rey soberano, Dios poderoso,
Que nos ha rescatado, y nos ha amado,
Bendito el Señor Jesús, Salvador eterno, Rey de toda la tierra.
Y su canto me hizo llorar, era hermoso, era como agua al sediento.

Y vi que la niña era ciega, pero estaba llena de luz,
Y seguí sus pasos, alumbrado por su luz, fascinado,
Y una poderosa luz me rodeo, y un canto poderoso,
Que venia de todas partes, retumbo, era como si el cielo se hubiera abierto:

Bendito, bendito es el Señor,
Que nos rescato, nos amo, bendito es el Señor.
Eran miles y miles de hombres y mujeres, todos ellos cantando,
Era un espectáculo maravilloso, nada igual he visto jamás.

Todos alzaban sus manos, adoraban al Señor,
Jesús, decían a gran voz, tú eres Rey eterno, soberano Señor,
Mis ojos no podían más, ríos de alegría brotaban de mi interior,
Ahí estaban, los redimidos del Señor.

Y una poderosa voz retumbo en mis oídos, era el Señor:
Mientras haya sol y luna, yo guardare a mi pueblo,
No faltara el que alabe mi nombre, el que a mi mire en amor.
Yo, los he redimido para mi, hijos e hijas, con ellos esta mi delicia.

Yo quería quedarme, era un sitio fascinante,
Pero el espíritu me tomo y me dijo:
Di a mi pueblo que yo estoy con ellos, que amen la verdad,
Que busquen a mi Hijo, Jesús,
Diles, que los amo, que mis delicias están con ellos.


Henry Padilla Londoño

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