martes, 1 de junio de 2010

La Santificación.

Quiero hablar brevemente de un tema que muchas veces produce confusión, y en muchos casos, aun por hermanos que llevan mucho tiempo en el evangelio. He escuchado algunos hermanos preguntarse como una persona que haya nacido de nuevo, pueda continuar con algunos hábitos de su vida antigua, esto sobre todo en los recién convertidos, algunos hermanos, sin pensarlo mucho, los señalan y les dicen que no podrá nacer de nuevo si no deja esa actitud que es considerada pecado, por ejemplo el cigarrillo, el decir palabras groseras, el mirar lascivamente, etc, etc. Pero esto ocurre por desconocimiento de las escrituras, porque no podrán encontrar en ninguna parte de las escrituras que es necesario tener una vida santa antes de recibir a Jesús, al contrario, la Palabra llama a que vengamos a Jesús, tal cual somos (Juan 3:19, Lc 23:43, Hch 2:38), y creamos en su obra redentora, que creamos que Jesús, murió en mi lugar, y que a través de esta obra yo recibo la Justificación(Rom 3:24,Rom 5:9), quiero decir, soy declarado Justo, por la sangre que Jesús derramó por mí.
La única forma de ser libre de mi pecado era la muerte(Ez 18:4), era necesario que yo muriera para ser limpiado de mis pecados, y Cristo muere por mí, en mi lugar, y lleva mi castigo, para que yo no tenga que ser castigado por mi pecado. Esto, mis hermanos, es lo que se conoce como Salvación, ser rescatado de la muerte segura, y por GRACIA(Ef 2:5), ser llevado a la vida, puesto que la muerte ya no me puede reclamar nada(Col 1:13). En otras palabras, soy hecho justo, ¿ante quién?, ante Dios, ante los ángeles, y ante el mundo, soy declarado justo, limpio de pecado por la sangre de Jesús.
Cuando creo esto en mi corazón, que Jesús murió por mí y resucito para darme nueva vida, entonces Dios, crea un nuevo espíritu en mí, soy nacido de Dios, soy hecho su hijo por nacimiento(Jn 3:3, 1 Ped 1:23), esto, mis hermanos, no es simplemente algo bonito para decir, no, es literalmente, nacemos de Dios en el momento de ser justificados ante Dios.
Este nuevo espíritu que somos ahora, llega a ser el templo del Espíritu Santo(Ef 3:17), que viene a habitar en nosotros, el Espíritu de Dios viene a habitar en nuestro nuevo espíritu, no era posible antes, puesto que estábamos muertos para Dios, a causa del pecado.
La Palabra de Dios, mis hermanos, ha tenido un papel fundamental en esto, por medio de escuchar con fe, a la Palabra, recibimos sus Palabras y se produce el milagro del nuevo nacimiento. La Palabra, recordemos, es como una espada de dos filos(Hech 4:12), que penetra hasta dividir el alma y el espíritu, eso es exactamente lo que hace, cuando una persona empieza a creer las palabras de Dios, la espada del Espíritu, empieza a separar el alma y el espíritu, que en el no creyente, están unidos y apartados de Dios, además de ser gobernados por los deseos de la carne y del alma(Rom 13:14, Ef 2:3).
Como ya lo vimos, en el nacido de nuevo, el nuevo espíritu, está ahora separado del alma, como era al principio, y el espíritu es santo, nacido de Dios. Es en este momento que el Espíritu Santo debe empezar a guiar la persona completa, espíritu, alma y cuerpo, como lo dice la escritura, ser guiadas por el Espíritu(Rom 8:1), y puesto que en nuestro espíritu ahora habita el Espíritu de Dios, deberíamos tener una vida Santa y sin mancha.
Pero hay un pequeño problema: El Alma y el cuerpo no han sido santificados, el nuevo creyente tiene un nuevo espíritu, en donde habita el Espíritu de Dios, pero su alma y su mente son las mismas de antes, y de esto es lo que nos habla romanos capítulos 6,7,8, esta es la lucha que todos hemos tenido, sobre todo de recién convertidos, que amamos a Dios, queremos servirle, en nuestro corazón, nuestro espíritu dice SÍ, pero nuestra mente y nuestra alma están acostumbradas a pecar y quieren seguir pecando. Antes la dirección la llevaba el alma y el cuerpo, a través de los deseos de la carne y del alma, pero ahora un nuevo integrante llega al terreno de juego, el nuevo espíritu y dentro de él, el Espíritu de Dios. Y se produce una batalla campal, por quien lleva la dirección, uno quiere alabar a Dios, pero los otros quieren satisfacer sus deseos. Entonces, mis hermanos, comienza lo que se llama la Santificación(2 Cor 7:1, 1 Ts 4:3,7), la Santificación del alma y la renovación de la mente(Ef 4:23), y este proceso posiblemente dure el resto de nuestros días.
La Palabra nos enseña que debemos crucificar nuestros deseos del alma(Rom 6:6, Gal 2:20, Gal 5:24), y renovar nuestra mente, con la Palabra de Dios, para poder seguir con éxito en nuestro caminar en Cristo. Diariamente debo crucificar mi antiguo yo, mi viejo hombre, dejarlo en la cruz, y debo renovar mis pensamientos con la Palabra de Dios, y a medida que avanzo en este caminar, empieza poco a poco a reflejarse cada vez más Cristo en mí. Recordemos que dentro de nosotros, ya somos hijos de Dios, ya somos de su naturaleza, de Él, pero externamente todavía no se puede ver, sino a medida que empezamos a ser santificados su semejanza sé vera reflejada en nosotros.
La Santificación no es un proceso de obras, porque en el Reino de Dios, todo se hace por fe, la Santificación se hace también por fe, como dice Pablo, nos vamos mirando en el espejo que es él, y empezamos a renunciar y a crucificar todo lo antiguo, para dar cabida a todo lo nuevo. Esto debe hacerse por fe, no por esfuerzo, porque o si no le estás dando alimento a tu viejo hombre. Llega el momento, hermanos, en que reconocemos que todo yo, debería morir, en que nos vemos justamente llevados a la cruz, completamente, con todas nuestras costumbres y formas de pensar, en donde todos nuestros esfuerzos son inmundos, y todas mis palabras por demás, donde reconocemos que solo él debe vivir, y que yo no vivo, sino en él, que fuera de Cristo todo es pecado, aun lo mas sublime mío, es basura, y solo él lo abarca todo, y entonces empezamos a explorar la anchura, la altura, lo alto y lo profundo de su amor que lo abarca todo.
Ahora, quiero volver a mi razonamiento del principio, no significa que una persona pueda seguir con sus hábitos antiguos y decir: "Bueno, yo soy salvo por gracia, así que puedo continuar haciendo mis pecados antiguos", NO, pero eres salvo primero, y luego debes por medio de la fe, empezar la transformación de tu vida, de tus pensamientos, de tus deseos, para esto tenemos un ayudador, el Espíritu de Verdad, y llegara un día en que ya serás completamente diferente del antiguo que eras, pero no por tu esfuerzo, sino por la fe en Jesús, el Cristo.
No los aburro más con mis razonamientos, pero espero haber dado algo de claridad al tema. Bendiciones y Paz, el Señor es nuestra PAZ. Amen.
Henry Padilla Londoño
 
 

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