miércoles, 12 de mayo de 2010

Él a tu lado siempre ha estado

El fin de semana pasada, estuve escuchando a un hermano que nos vino a dar su testimonio, él es pastor de una Iglesia en New Jersey, nos contó como el Señor lo sano de un cáncer maligno, que se había extendido prácticamente por todo su cuerpo, le afectaba la cabeza, el hígado, los pulmones, y otras áreas, pero de ahí, lo levanto el Señor. Algo que se gravo en mi corazón, fue que este hermano nos suplicaba que fuéramos a visitar los enfermos, a no ser duros con ellos, a intentar entender la soledad y la situación en que ellos están. Así como el Señor nos sano, cuando él derramo su sangre por nosotros, y fue herido por nosotros, así también debemos tener compasión y misericordia, ayudar al enfermo, darle animo, levantarlo y en amor leerle la palabra y orar con él, para que reciba fe, y pueda ser sano de su enfermedad. También es importante que ellos continúen su tratamiento médico, sin interrumpirlo, pero que en su corazón sepan que el que tiene la última palabra es siempre el Señor. Los médicos, como en el caso de este hermano, decían que le quedaba muy poco tiempo de vida, y en eso se equivocaron, porque el Señor es el que tiene la última palabra, pero en todo caso, debes continuar con tu tratamiento médico, tomando los medicamentos que los médicos te digan, pero tienes que tener la seguridad, hermano(a), que el que tiene la última palabra es el Señor, no temas. Pensando en esta situación, escribí estas líneas, porque tú eres valioso(a) para el Señor, no lo olvides, el tiempo de nuestra partida de esta tierra, solo está en las manos de Dios, solo nuestro Señor, no dejes que tu corazón se llene de amargura, cuando salgas de este momento, vas a estar más fortalecido y el Señor te usara para que ayudes a otros, levántate, siervo(a) de Dios, que el Señor te ama.

Él a tu lado siempre ha estado

Tirado en mí lecho de enfermo pensaba,
Me acordaba de ti, amigo,
Anhelaba tus palabras, tu aliento, meditaba,
Donde estas amigo mío,
Que mi dolor y enfermedad,
Se abalanzan sobre mí, como monstruos sin piedad,
Destrozan mis carnes, mi alma, mi esperanza.

Aquí estoy mi hermano, mi amigo,
Por un momento estuve lejos, pero no de ti,
Por un momento me vi a mi mismo,
Perdido en la oscuridad, en el egoísmo.

Pero me acordé de Cristo, que murió por mí,
Me acordé que él a mi me sano,
Y llore, en mi soledad reconocí mi pecado,
Y he venido a ti, mi hermano, mi amigo,
A decirte que te amo, que no estás solo,
Yo estoy contigo.

Y el Rey de los cielos, no te ha dejado,
El a tu lado siempre ha estado,
Cuidando de ti,
Cuando has llorado, él sus lágrimas también ha derramado,
Cuando has gemido, en sus brazos te ha arrullado,
Eres la niña de sus ojos, su precioso tesoro.

Levántate mi amigo, recibe ánimo del Señor,
Él ya te ha sanado,
Cuando su sangre derramo por nuestros pecados,
Cuando su cuerpo fue llagado,
Tus enfermedades llevo,
Para que hoy tú mi amigo, mi hermano,
Seas sano, y glorifiques al Señor,
No lo dudes, levántate ya,
Y alaba al que te sano.

Henry Padilla Londoño

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