jueves, 6 de mayo de 2010

Era Amor.

La vi abatida, sola, su amor había perdido,
Sus lágrimas derramo, su corazón dolido grito,
Se vio sola, con un hijo, todo su mundo se derribo,
Y a la deriva ando, por un mundo sin control.

Se refugió en el alcohol, el placer y la diversión,
Su hijo llamo papa a muchos hombres distintos,
Y así creció, y así vivió, y el mundo te desprecio,
Esta es mi parte pensó, para esto nací yo.

Te burlaste del hombrecito, que te hablo de Dios,
¡Tú no conoces la vida, como yo!, dijiste en aquel día,
Pero recibiste por lastima el papel que te entrego,
Vete, lárgate, soñador, y mientras lo insultabas, él te miraba,
Y viste en su mirada algo que no pudiste olvidar.

Pero fue esa noche, noche como todas,
Que recordaste su mirada, esa mirada, ¿por qué no la olvidabas?
Y leíste el papel, que te había dado:
Cree en Cristo, ven a él, y él perdonara tu pecado,
Deja tu dolor en la cruz, deja tus pecados,
Y vuélvete a él, que sanara tu corazón y te enseñara a amar otra vez.

Y entonces entendiste, era Amor, lo que viste,
Esos ojos te miraban con amor, por eso los temiste,
Y un caudal de llanto broto en ti,
Y de rodillas a tu Salvador viniste,
Dejaste tu pecado, tu dureza, tu amargura,
Y volviste a vivir, hermosa flor, como solo hay una.

Tu hijo ya solo tiene un papá,
Y en tus ojos hay dulzura y amor,
Y te vi, sentada junto a él, abrazándolo, besándolo,
Y el dolor de una vez se había ido, ya no era,
Porque creíste, creíste en el Señor.

Henry Padilla Londoño

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